En una época del año en la que los excesos de comida y bebida están a la orden del día, no está de más saber el límite entre creer que nos hemos pasado con el alcohol y confirmar que estamos sufriendo una intoxicación etílica. No es una reflexión banal si tenemos en cuenta que esta alteración puede desembocar en un estado de coma e incluso la muerte.

Aunque se suele asociar al consumo en menores, también se reportan centenares de casos anuales en adultos, siendo las fechas navideñas propensas a abultar las estadísticas de atención en urgencias de una sintomatología que es bastante concreta. La ecuación de riesgo es una ingesta de grandes cantidades de alcohol en un corto período de tiempo. Combinación fatídica que afecta a funciones básicas como son la respiración, la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal.

Además de la lógica ingesta desequilibrada de alcohol, hay otros factores a tener en cuenta en el impacto que esta sustancia tiene sobre nuestro organismo: estatura y peso; enfermedades metabólicas; ingesta de medicamentos; y el propio proceso de nuestro cuerpo a la hora de metabolizar el alcohol, y que no es el mismo en todos los casos.

Síntomas que confirman la intoxicación

A priori, es fácil identificar cómo se traduce la primera consecuencia que tiene en el organismo abusar de esta sustancia: al deprimir el sistema nervioso central,

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