Lo dijo Hipócrates antes de nacer Cristo: «Que la comida sea tu alimento, y el alimento la medicina». Pero han tenido que transcurrir más de 2.400 años para que los más modernos hospitales de Pensilvania, Cleveland o San Francisco, todos en Estados Unidos (EE UU), prescribieran productos frescos a sus pacientes. Lo hacen alentados por algunas investigaciones que apoyan la idea de que, cuando comen bien, las personas se mantienen más saludables, tienen más probabilidades de controlar las enfermedades crónicas y, tal vez, incluso de evitarlas por completo.

Obligados a comer sano por prescripción médica (y del seguro)

Allí donde es más difícil acceder a alimentos frescos, los hospitales están cerrando acuerdos con algunos colmados para ofrecer descuentos en frutas y verduras a los pacientes que enseñan su receta. La Clínica Cleveland, por poner un caso, patrocina mercados de agricultores en los que los cultivadores locales aceptan vales de asistencia alimentaria de programas federales como WIC (Mujeres, Bebés y Niños, por sus siglas en inglés), que subvenciona la comida y atención médica de mujeres con bajos ingresos que cuidan de bebés y niños de hasta cinco años. Asimismo, algunos especialistas de San Francisco dispensan recetas extraídas de la organización Thrive Kitchen, que también ofrece clases mensuales de cocina a bajo coste para los miembros de su plan de salud, en lugar de (o junto con) fármacos.

Por su parte, el programa de atención médica para norteamericanos mayores de 65 años Medicare reembolsó en 2010 el primer proyecto basado en el estilo de vida para tratar enfermedades cardiacas. Gracias a esta iniciativa, las víctimas de episodios cardiovasculares cambiaron a una dieta baja en grasa, hicieron ejercicio regularmente, dejaron de fumar, bajaron sus niveles de estrés a través de la meditación y fortalecieron sus conexiones sociales. Una serie de estudios posteriores observó que la mayoría de los participantes redujeron sus niveles de azúcar en sangre, mejoraron la presión arterial y revirtieron algunos de los bloqueos que afectaban a sus arterias, reduciendo sus episodios de angina.

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