Una de las consecuencias más importantes de la crisis del coronavirus ha sido, sin duda, la restricción de movilidad de las personas y su confinamiento. Aunque se trata de una medida imprescindible para afrontar la pandemia y está salvando miles de vidas, también resulta obvio que puede producir efectos negativos sobre la población. Especialmente si se alarga mucho en el tiempo y si no ponemos en marcha medidas para reducir su impacto.
Al fin y al cabo, somos una especie social. La interacción con nuestros congéneres es una parte fundamental de nuestras vidas: nuestro cerebro está diseñado para socializar y sufre cuando vemos reducidas las relaciones.
Tener pocas relaciones merma la salud
El aislamiento social, por desgracia, no es exclusivo de la pandemia actual. Se trata de un fenómeno muy extendido en todo el mundo, y por lo que sabemos tiene consecuencias graves sobre la salud de las personas.
Los científicos llevan muchos años observando que los individuos que tienen una menor cantidad o calidad de relaciones sociales presentan más problemas de salud y un riesgo mayor de fallecer . En particular, existen abundantes evidencias de que el aislamiento social prolongado tiene un impacto negativo sobre el sistema nervioso y nuestro comportamiento.
Para colmo, puede ser un factor desencadenante de diferentes enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia, la depresión o la ansiedad. Los neurobiólogos y las neurobiólogas tenemos constancia de estos efectos negativos gracias tanto a estudios en humanos, como, en mi caso, con animales de laboratorio. No obstante, hay que reconocer que todavía estamos lejos de conocer en detalle cuáles son las alteraciones neuronales que hacen que el aislamiento desencadene estos cambios en nuestro comportamiento.
No es igual en todas las fases de la vida
El aislamiento puede afectarnos en todas las etapas de nuestra vida, pero ciertamente tiene un impacto mayor en las primeras de nuestra existencia. Se debe a que nuestro cerebro es particularmente sensible durante la infancia y la adolescencia,