En el sistema sanitario no solo envejecen los pacientes. También lo hacen los médicos que los atienden. Y eso obliga a replantear aspectos básicos del sistema, como el acceso, la movilidad, los incentivos, el liderazgo y el reemplazo. Los números lo dejan claro: al sistema le faltan ya 4.000 médicos especialistas, según el informe sobre oferta y demanda de facultativos que ayer difundió el Ministerio de Sanidad. Y a ello hay que añadir que el 20,5% de los 138.797 médicos especialistas que tenía en 2018 el sistema público de salud, unos 28.500, tiene 60 años o más. Eso quiere decir que se van a jubilar en cinco años como mucho. La carencia actual, el 2,9%, pasará al 10,5% en cinco años, y luego moderará su crecimiento hasta el 13,4% en 2030.
El sistema de formación de los especialistas, el MIR, está muy regulado, y cada año lo completan de media unos 6.500 nuevos especialistas, recuerda Vicente Matas, de la vocalía de Atención primaria Urbana de la Organización Médica Colegial. Eso da unos 20.000 en tres años, el tiempo medio que les queda de trabajo a los especialistas más veteranos. La diferencia va a engrosar el déficit que recoge el trabajo de las economistas de la salud Beatriz González y Patricia Barber. Matas afirma que la sanidad pública también sufre el efecto del baby boom, con un grupo muy numeroso de médicos, la mayoría hombres, entre los 50 y 59 años, a los que sigue una generación —la que debería reemplazar a los más veteranos en los puestos de responsabilidad— menos numerosa.
Un problema de reparto
Pero el auténtico problema, señala Beatriz González, una de las autoras del trabajo, no es solo el número total, sino su reparto, tanto entre comunidades como entre especialidades. Entre las más envejecidas está la Medicina de Familia, la de los facultativos de los centros de salud, que debería ser la clave en un sistema volcado cada vez más en enfermos pluripatológicos, crónicos y mayores. El 62,5% de sus profesionales tiene más de 50 años.