Cerca de 150.000 personas sólo en España conviven con el párkinson, la segunda enfermedad neurodegenerativa del mundo y la que más crece en términos de incidencia. Según la Sociedad Española de Neurología, su prevalencia en nuestro país se ha duplicado en los últimos 25 años, y hay muchos casos que podrían permanecer aún sin diagnosticar.

Rufino es uno de estos pacientes. Tiene 56 años y es miembro de la Federación Española de Párkinson (FEP). Recibió el diagnóstico hace más de un lustro, en 2018, tras notar dificultades al practicar una de sus actividades favoritas: tocar la guitarra.

«Mi hijo me llegó a preguntar si era su culpa?

De hecho Rufino, tal y como explica a 20minutos, experimenta una gran parte del abanico sintomático característico de la condición. «Tengo rigidez y síntomas motores (bradicinesia, temblor, alteración de la postura), que son los que la gente más conoce del párkinson. Luego están los no motores, menos conocidos; trastornos de sueño (yo me duermo en cualquier sitio), confusión en la memoria…».

Así, al acudir al neurólogo con estos signos, cuenta, «me realizaron pruebas del movimiento de manos, del temblor, de equilibrio, de la marcha…». Más adelante llegó el diagnóstico: «Lo recibí mal. Me sentó como un jarro de agua fría, porque no lo esperaba.

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