Quizás no es la primera forma de cáncer que se nos viene a la cabeza, pero el de testículo es mucho más común de lo que podríamos pensar. De hecho, es el primero en incidencia entre los varones de entre 15 y 35 años, de acuerdo con los datos proporcionados por la Sociedad Española de Oncología Médica.

La razón de que exista menor conciencia sobre esta afección que, por ejemplo, sobre sus homólogos de pulmón, colon o mama puede deberse a que tiene una de las mejores tasas de curación de todos los tumores malignos típicos y a que, fuera de la demografía previamente mencionada, su incidencia es relativamente baja (tan sólo un 1% de todos los cánceres diagnosticados).

Con todo, es vital lograr la detección precoz del cáncer de testículo y someterse a tratamiento, ya que si se le permite avanzar puede terminar diseminándose a otras partes del cuerpo (metástasis) dando lugar a la formación de otros tumores potencialmente fatales. Además, hay que tener en cuenta que los tumores testiculares son neoplasias de rápido crecimiento, por lo que el factor temporal cobra aún mayor importancia.

El síntoma más frecuente es la aparición de un bulto en uno de los testículos, que normalmente no duele. Por ello, es una buena práctica palparlos suavemente con regularidad en busca de este síntoma,

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