Hasta hace apenas un año, las mascarillas en España no eran más que un instrumento relegado casi en exclusiva al uso sanitario. Ahora, doce meses después de los primeros contactos con la COVID-19, es impensable -y hasta sancionable- salir a la calle sin ellas.

Debido a su papel fundamental para reducir la transmisión del virus y ante las dificultades de muchos países para controlar el avance de la pandemia, algunos de ellos han vuelto la mirada a estas herramientas y a la regulación de su uso. Así, Alemania acordó este jueves la implantación del empleo obligatorio de las modalidades quirúrgicas o FFP2 en el transporte público y los comercios.

El mismo jueves, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, se refirió a los distintos tipos de mascarillas e hizo una comparativa entre sus poderes de filtración (hacia dentro y hacia fuera) y en qué ocasiones es más útil usar cada una de ellas para preservar la salud de uno mismo o de los demás.

En este sentido, el epidemiólogo explicó que la mascarilla FFP3 es «la más eficaz» cuando una persona quiere protegerse a sí misma, mientras que la FFP2 tiene una efectividad algo menor, «pero muy alta, de sobra para la transmisión del coronavirus si se mantienen,

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