La crisis de COVID-19 ha generado una situación de alarma nunca antes vivida en España. Millones de personas se encuentran confinadas en sus hogares y lo estarán durante un periodo de tiempo que aún puede alargarse varias semanas o incluso meses.

Este nuevo escenario conlleva un notable incremento en la carga habitual de la Red. Servicios de teletrabajo, contenidos audiovisuales de ocio y entretenimiento, aprendizaje en línea y la necesidad de comunicarnos con familiares y amigos han provocado un cambio importante en el uso que hacemos de internet. Ante esta situación, es lógico plantearse si la infraestructura de red podrá soportar esta sobrecarga.

Durante las primeras semanas de confinamiento, esta infraestructura ha mostrado un buen comportamiento sin incidencias remarcables, de forma que no se prevé que en las próximas semanas varíe significativamente su rendimiento.

No obstante, en una situación de estado de alarma, conviene apelar a un uso responsable de este recurso. La Unión Europea y los propios operadores recomiendan racionalizar el uso de la red. Servicios audiovisuales como Netflix y YouTube han limitado la calidad de sus contenidos en streaming.

Estas medidas deben ayudar a evitar cualquier incidencia importante en la red de telecomunicaciones que pudiese colapsar una infraestructura clave en el manejo de esta crisis, permitiendo asegurar la gestión sanitaria así como el mantenimiento de las actividades económicas del país.

Las infraestructuras en España

Las inversiones en infraestructuras de telecomunicaciones representan un factor estratégico en el desarrollo de un país. España ha pasado de una infraestructura con una tasa de penetración de fibra óptica menor al 15 % en el año 2015 a una tasa que ronda el 44 % en 2018, según datos del FTTH Council Europe.

Tal crecimiento se ha logrado gracias a las fuertes inversiones realizadas por los operadores. Nos hemos convertido así en el primer estado europeo y el tercero mundial en dotación de infraestructuras de fibra óptica.

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