La Organización Mundial de la Salud declaró el miércoles la emergencia de salud pública internacional por el brote de ébola que se inició en agosto pasado en la región de Kivu del Norte de la República Democrática del Congo. La decisión está plenamente justificada después de que se notificara un caso en la ciudad de Goma, de más de un millón de habitantes, y se hayan registrado también enfermos en la vecina Uganda, lo que extiende la zona afectada a un radio de 500 kilómetros del foco inicial. La epidemia se encuentra fuera de control y ha rebrotado en zonas donde parecía que estaba contenida. No hay tiempo que perder. La comunidad internacional debe aplicar con urgencia medidas más contundentes de contención, de acuerdo con las lecciones aprendidas del brote que causó más de 11.000 muertes entre 2014 y 2016 en varios países de África Occidental. En ese caso, los países avanzados solo movilizaron los recursos necesarios cuando, al llegar infectados a EE UU y Europa, percibieron que la amenaza se extendía a sus propios ciudadanos. Si lo hubieran hecho antes se hubieran evitado muchas muertes.

La intervención temprana es tan fundamental como la implicación de las comunidades locales en las tareas de prevención y localización de posibles infectados. A diferencia del anterior brote, ahora hay disponibles tratamientos más eficaces e incluso una vacuna experimental. Pero en este caso concurren circunstancias muy adversas que dificultan el control de la epidemia. La zona afectada vive sumida en un largo conflicto con enfrentamientos entre los más de cien grupos armados que operan en el territorio. La desconfianza y la desinformación provocan rechazo y resistencia, a veces violenta. Desde el inicio del brote se han registrado 174 ataques a los equipos sanitarios, con la muerte de varios de sus miembros.

La OMS estima que uno de cada cuatro casos de ébola no se detecta a tiempo. En un país donde hay 13 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria y sufre además un brote de sarampión con 80.000 infectados y 1.500 muertes, la red sanitaria, ya de por si muy precaria,

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