La presencia de virus y bacterias nos suelen preocupar más por su procedencia externa, es decir, por algo ajeno a nuestros cuerpos y nuestros hogares. Pero lo cierto es que las infecciones y las enfermedades se contraen también en nuestra casa: todo dependerá del nivel de higiene que logremos sin olvidar ninguna habitación de la misma.

El fregadero y el inodoro son espacios con los que se identifican las bacterias: contienen residuos de alimentos y desechos orgánicos. Dentro del fregadero, la bayeta y el estropajo son dos de los elementos que aglutinan una mayor cantidad de bacterias. Pese a que esta alerta es de sobra conocida, un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) apuntó que hasta en el 90% de casos estudiados la higiene era deficiente e ineficaz: las bacterias los habían colonizado aunque los usuarios pensaban que estaban limpios.

El baño, y concretamente el inodoro, también se conciben como depositorios lógicos de bacterias. En este sentido, hay que tener una alerta especial a la hora de utilizar elementos de limpieza distintos a los de la cocina y por supuesto guardar con ellos las mismas directrices estrictas de higiene.

El problema es que una vez que tanto la cocina como el baño están chequeados como espacios más proclives a estos microorganismos,

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