El mundo se aproxima a entrar en el segundo año desde el comienzo de la pandemia de SARS-CoV-2, y el paso del tiempo nos ha permitido ir observando los distintos efectos del virus en las personas a corto, medio y largo plazo. Entre todos sus signos, hay uno que se ha convertido en especialmente emblemático: la pérdida del olfato.
Aunque la evolución es diferente para cada paciente, en un buen número de ellos este es un síntoma de larga duración. Y, sin embargo, como apunta un estudio publicado en el medio especializado JAMA Otolaryngology-Head & Neck Surgery, sabemos poco acerca de cómo se recuperan quienes se ven afectados por esta condición más allá de los seis meses posteriores a la enfermedad.
La pérdida del olfato tiene importantes implicaciones para la salud de la persona. Como recuerdan los investigadores que firman el artículo mencionado, esta consecuencia de la covid se ha asociado a un descenso general de la calidad de vida, una afectación a la ingesta de comida, una inhabilidad para detectar gases peligrosos y humo, un aumento en las preocupaciones sobre la propia higiene y al inicio de síntomas depresivos.
Estas complicaciones hacen de la pérdida del olfato a medio y largo plazo un problema de salud pública de dimensiones considerables,