María José Carrasco, la mujer con esclerosis múltiple terminal que se suicidó el miércoles ingiriendo unos medicamentos que le había preparado su marido, Ángel Hernández, estuvo 10 años en lista de espera para ingresar en una residencia. Finalmente, murió sin haber llegado a obtener una plaza, ni siquiera de forma temporal, como solicitaron para que él pudiera operarse de una hernia, según los documentos que presentaron a la Comunidad de Madrid el año pasado.
La “atención residencial”, el nombre burocrático para definir una plaza en una residencia asistida, le fue concedida el 15 de septiembre de 2009 por Miguel Ángel García Martín, entonces director general de Coordinación de Dependencia de la Comunidad de Madrid. En la resolución, se le reconoce a Carrasco un grado de dependencia III, nivel 1, de los más altos de la escala y que, en teoría, deben recibir atención prioritaria. Pero la plaza de residencia nunca se hizo efectiva así que la mujer continuó en su casa.
Hasta entonces, según la documentación que la pareja facilitó a EL PAÍS, la habían cuidado su madre (fallecida en 2009 después de padecer párkinson) y Hernández. El marido, técnico de imagen, solicitó en 2010 la jubilación anticipada con 61 años para poder cuidarla, después de haber estado una larga temporada con reducción de jornada y un permiso extraordinario por el mismo motivo. Coincidiendo con la enfermedad de la madre, en 2007 la pareja pidió una plaza para Carrasco, que tenía reconocida la gran invalidez desde 1996, en el Centro para Esclerosis Múltiple Alicia Koplowitz de Madrid, que le fue denegada.
La situación empeoró el año pasado. Entonces Hernández tenía 69 años y su espalda se resintió (“esponditolistesis y psicopatía degenerativa”) y tuvo una hernia umbilical. Los documentos médicos que posee, lo achacan a “los esfuerzos físicos de esa ayuda [que presta a su mujer], unidos a su edad avanzada”. La espalda tenía que ser operada, diagnosticaron, así que la pareja solicitó una residencia temporal para Carrasco mientras él se sometía a la intervención y se recuperaba, ya que no tienen “familiar alguno para su sustitución”.