Aunque el parto es un proceso que en principio el cuerpo realiza por sí solo, la ciencia médica ha ido acumulando conocimientos sobre él y desarrollando toda clase de técnicas e intervenciones para hacerlo más seguro y menos doloroso, minimizando así las posibles complicaciones y logrando elevar los índices de supervivencia tanto en las madres como en los niños.

Entre otros aspectos, algunas de estas técnicas tienen como objetivo inducir el comienzo del trabajo de parto cuando la gestación dura demasiado (lo que comporta riesgos para la madre y para el bebé) o cuando existe algún riesgo de otra naturaleza que hace más seguro llevar a término la gestación. Entre estas estrategias se encuentra la maniobra de Hamilton.

La maniobra de Hamilton es una técnica mecánica (existen también otras farmacológicas) de inducción del parto consistente en despegar las membranas del saco amniótico de la cérvix (el cuello uterino) mediante un tacto vaginal (introduciendo los dedos).

Por este procedimiento, se consigue que el cuerpo de la madre libere de forma natural prostaglandinas, unas sustancias que inducen el trabajo de parto (y que de hecho son una de las posibles sustancias empleadas en las técnicas farmacológicas de inducción al parto).

Para que pueda llevarse a cabo, es indispensable que la bolsa amniótica esté intacta (es decir,

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