La investigación científica sobre el impacto de los envoltorios de los alimentos se ha intensificado en los últimos años. Los materiales que acompañan a los productos desde su cultivo o precocinado inciden en nuestra salud: se ha constatado que el trasvase de compuestos químicos hacia el alimento es una realidad. Para entenderlo nos detenemos en un ejemplo muy habitual, el cartón que acompaña a las pizzas: ¿Sabemos de qué está hecho?
En primer lugar, es importante tener en cuenta que, como las cajas de las pizzas, muchos de los envoltorios que manipulamos habitualmente pueden confundirnos con respecto a sus materiales. Parecen de papel o cartón pero en realidad no lo son: contienen microplásticos que en contacto con el calor se activan y migran al producto en cuestión. Las pizzas no son el caso más extremo ni más peligroso, pero es un buen ejemplo para entender cómo con un simple gesto podemos evitar el impacto de estos tóxicos y por ende de los disruptores endocrinos.
La alerta sobre estas sustancias se originó en los años noventa. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es una de las instituciones que más ha insistido sobre la importancia de vigilar su presencia en nuestras vidas ante el riesgo para nuestra salud de alterar el funcionamiento normal del sistema hormonal.