Es natural pretender dar lo mejor de nosotros mismos, tratar de obtener los mejores resultados en todo aquello que emprendemos. Sin embargo, y siendo fieles al principio aristotélico que establece la moderación (en palabras del sabio griego, la templanza) como medida de la virtud, también en la búsqueda de la perfección es preciso encontrar un equilibrio: una autoexigencia feroz en exceso puede volverse desadaptativa y disfuncional.

Tal y como explica a 20Minutos Marcos de Andrés Ortega, psicólogo, trabajador social y divulgador desde el canal de Youtube enGrama, «aunque a corto plazo la autoexigencia pueda ser adaptativa, e incluso necesaria, un comportamiento autoexigente puede volverse dañino. Puede hacer que termines siendo incapaz de disfrutar de lo que haces o, incluso, que acabes dejando de hacer cosas por el temor a hacerlas mal».

«La autoexigencia se aprende»

Según explica Ortega, cuando hablamos de autoexigencia entendemos por este término «una serie de comportamientos que se caracterizan por una serie de instrucciones o de verbalizaciones que nos damos a nosotros mismos por el que buscamos optimizar el resultado de una acción«. Es decir, sería el conjunto de conductas destinado a lograr el mejor resultado posible en un acto determinado.

Como no es difícil apreciar si pensamos en las personas de nuestro alrededor, no todo el mundo despliega estos comportamientos en el mismo grado;

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