Junio de 2016. El Gobierno senegalés lanza una iniciativa para sacar a los niños mendigos de las calles del país. Más de 60 intervenciones de la policía permiten recuperar a 1.500 pequeños de los espacios públicos de Dakar y llevarlos a centros de acogida hasta que son devueltos a sus padres o tutores. Los maestros coránicos se asustan y durante un mes los talibés desaparecen de la vista. Sin embargo, ninguno es perseguido por la Justicia, pese a la existencia de una ley contra la mendicidad. Dos años después de aquella iniciativa, nada parece haber cambiado. Muchos padres volvieron a mandar a los niños a las mismas daaras (o escuelas coránicas) y los maestros los siguen obligando a pedir por las calles. En Saint Louis vuelven a estar por todos lados, recogiendo cobre para vender, rebuscando entre la basura. Un fracaso total.

Cuando Alassane Diallo tenía cinco años, su padre lo sacó del colegio en el que llevaba apenas un mes y lo ingresó en una daara. “Es difícil de aguantar cuando eres tan pequeño, se hace duro”, asegura este joven talibé que hoy tiene 19 años y el sueño de ser comerciante. “Me gustaba el colegio, ahora sé que sin hablar inglés o francés tendré menos oportunidades”, añade. Seis años pasó Diallo en la daara de Nauré, su pueblo en Gambia hasta que fue enviado a Saint Louis contra su voluntad. “Tenía 11 y no quería, pero ¿qué iba a hacer? Uno de mis hermanos se quedó ayudando a mi padre en el campo y mis hermanas sí han podido ir al colegio”, revela.

Mientras el Ejecutivo cosecha pocos éxitos en el intento de poner freno a este fenómeno, otros exploran caminos alternativos para mejorar las condiciones de vida de los niños. Hace dos años, unos 30 chavales dormían a la intemperie acurrucados unos contra otros para darse calor y cubiertos con una colcha raída en la daara Cheikh Amadou Bamba del barrio de Pikine, en realidad un solar abandonado. Para hacer sus necesidades se escondían tras unos palos y el olor a orines lo inundaba todo.

 » Más información en elpais.es