Las enfermedades cardiovasculares son aún hoy la principal causa de muerte en España, a pesar de que en un gran número de casos se trata de enfermedades prevenibles mediante cambios en nuestro estilo de vida. Cosas como la dieta, el ejercicio físico que hacemos habitualmente, el estrés al que nos sometemos o incluso nuestras emociones pueden marcar la diferencia en lo que se refiere a los eventos cardiovasculares más graves, como el ictus o el infarto.
Ahora, una investigación ha descubierto que la ira tiene una serie de particularidades respecto a otras emociones negativas, como la tristeza o la ansiedad, que afectan concretamente a nuestra salud cardiovascular. Y que, si bien estos efectos negativos podrían ser reversibles en el corto plazo, los arranques repetidos de ira podrían ponernos en un mayor riesgo de sufrir las complicaciones cardiovasculares más severas en el largo plazo.
El efecto de la ira en los vasos sanguíneos
Los resultados de este estudio se han publicado en la revista académica Journal of the American Heart Association, y ofrecen una nueva ventana a la compleja relación que existe entre nuestra salud mental y nuestra salud cardiovascular.
Concretamente, los autores reclutaron un grupo de 280 adultos sanos, a los que se les encomendó de manera aleatorizada una de cuatro «tareas de recuerdo emocional».