Si hay algo común a todos los mortales es que el tiempo pasa para todos y a la misma velocidad. Sin embargo, también es cierto que la manera en la que cada uno percibe este paso del tiempo es totalmente distinta y depende de diversos factores. Durante el confinamiento, por ejemplo, el tiempo no habrá pasado de la misma forma para aquellos que han teletrabajado en sus hogares y se han ocupado de la educación de sus hijos que para quienes han sufrido un ERTE o un despido, para los que han padecido el coronavirus en soledad o los que han estado con el alma en vilo por un familiar enfermo. Para los primeros, probablemente, el tiempo habrá pasado volando, para los segundos, por el contrario, se habrá hecho eterno.
¿De qué depende entonces que la percepción del tiempo sea tan lenta en ocasiones y tan rápida en otras? “Hay estudios que señalan que nuestro cerebro, en cierta forma, puede tener no solo un único reloj biológico sino varios”, explica Ana Belén Calvo, directora del área de Psicología y del Master Universitario de Psicología General Sanitaria de UNIR. “Hay varias funciones que estarían implicadas como el hipotálamo o la glándula pineal, que controlan los ciclos de sueño y vigilia y la producción de hormonas y neurotransmisores que influyen en nuestra fisiología y comportamiento. Pero sí es cierto que estas estructuras, aunque sí colaboran, no son las encargadas de percibir el tiempo subjetivo”.
Para encontrar la verdadera explicación o,