El Tribunal de Casación decide este viernes sobre el caso de Vincent Lambert. DOMINIQUE FAGET AFP

La vida de Vincent Lambert, o más bien la muerte digna de este enfermero francés de 42 años, tetrapléjico y en estado vegetativo desde hace más de una década, que se ha convertido en el símbolo del debate sobre la eutanasia en Francia, vuelve a estar en manos de los jueces. El Tribunal de Casación, la máxima instancia judicial en Francia, debe decidir este viernes si el tribunal de apelaciones tenía competencias para ordenar, como lo hizo el 20 de mayo, al hospital de Reims donde está internado que reanudara la alimentación e hidratación artificial que lo mantienen con vida, tan solo unas horas después de que sus médicos decidieran desconectarlo para propiciar su muerte. Eso, una muerte digna para dejar de vivir “como un vegetal”, es lo que su mujer y tutora legal, Rachel Lambert, así como buena parte de sus familiares y amigos aseguran que era la voluntad de Vincent. El problema: que no lo dejó por escrito en un testamento vital. Y que sus padres, católicos tradicionalistas, se oponen frontalmente a lo que consideran una eutanasia “encubierta” y llevan años intentando impedir que se ponga fin a sus cuidados a través de los tribunales.

Muestra del impacto que tiene este caso fue la gran asistencia a la audiencia pública celebrada esta misma semana en la sede del tribunal, que además se reunió en Asamblea Plenaria, con sus 19 miembros presentes, otra señal de la relevancia de la cuestión a tratar. Y eso que la discusión es de formas, no de fondo. El Tribunal de Casación no tiene que decidir sobre si se debe —o siquiera si se puede— dejar morir a Vincent Lambert o no. Se trata meramente de un debate jurídico sobre competencias judiciales.

En la sesión del lunes, el fiscal general, François Molins, recomendó a los jueces que anulen la decisión del tribunal de apelaciones y que la casación sea “sin remisión”, es decir, que la decisión sea firme y no requiera que el caso vuelva a una instancia menor.

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