Muchos viajeros han comprobado por las malas que, en ocasiones, llegar a un destino soñado puede dejarle a uno un poco frío. Acostumbrados como estamos a recibir imágenes impresionantes en Instagram, en los carteles que promocionan el turismo o en reportajes, la realidad puede resultar un poco agridulce al llegar al lugar y encontrarlo descuidado, masificado o restaurado de forma poco rigurosa.
No obstante, existe una instancia concreta de esta sensación, tan extrema y específica, que va más allá de ser un engaño del mercado turístico y entra de lleno en el terreno de lo patológico. Se trata del síndrome de París.
El síndrome de París, es un trastorno psicológico descrito en 1986 y que, como recoge un artículo de la psiquiatra japonesa Tamami Katada publicado en el medio especializado Journal of the Nissei Hospital, afecta casi exclusivamente a turistas japoneses que visitan la Ciudad de la Luz.
Se trataría, según los autores que lo describen, de un problema agudo y transitorio caracterizado por una sintomatología consistente en una profunda decepción, inquietud, delirios, ansiedad, despersonalización, agresividad, irritabilidad, aumento de los latidos cardíacos y sudoración.
Por extraño que suene, parece ser que afecta a un pequeño número de japoneses cada año. Por ejemplo, en 2006, un administrador de la embajada de Japón en Francia explicó al medio británico The Guardian que cada año atendían una veintena de casos de esta patología,