El pescado es un alimento imprescindible en una dieta cardiosaludable por su alto contenido nutricional, especialmente en ácidos grasos poliinsaturados omega-3, que hacen obligada su presencia en nuestra mesa al menos dos veces por semana. Sin embargo, no puede obviarse que, como el resto de seres vivos, está expuesto a una contaminación notable, siendo su contenido en mercurio una de sus amenazas principales.

El notable contenido nutricional del pescado gracias a los minerales (yodo, selenio, calcio, magnesio), vitaminas (A, D) y ácidos omega-3 que posee se contrarresta por tanto con el peligro de que esté contaminado por mercurio, un metal pesado que llega a los océanos fundamentalmente a través de vertidos industriales (centrales eléctricas de carbón y actividades mineras) y aguas residuales.

La forma en la que el mercurio puede acabar en mayor cantidad en nuestro plato depende del tipo de pez que ingiramos, ya que aquel que ocupe un lugar preponderante en la cadena trófica estará por lógica más contaminado. Es decir, el que se alimente de peces que a su vez se han alimentado de otros peces. Los de mayor tamaño son, por tanto, los más señalados por su alto contenido en mercurio: el tiburón (también otras especies como el cazón o la tintorera), el pez espada, el atún y el lucio.

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