Vivimos en la sociedad de la sobreestimulación, y cada día debemos hacer frente a un sinfín de inputs que ponen a prueba nuestra salud mental. A las potenciales ‘discusiones’ con medio mundo para resolver los conflictos que surgen, sumamos las prisas que nos provocan estrés asegurado. Estas experiencias que nos salen al paso cada día pueden provocar en nosotros cierta sensación de angustia, miedo, ansiedad… llegando incluso a rozar la depresión.
Pero es que, además de los conflictos que surgen de las relaciones entre seres humanos, hay una serie de estímulos circundantes, en los que ya casi ni caemos, pero que pueden dañar seriamente nuestra salud emocional, echando más leña al fuego. En este, ha sido una psicóloga especializada en personas PAS (Alta Sensibilidad) la que ha alertado, a través de un estudio, de los efectos mentales que tiene a medio y largo plazo la contaminación acústica de las ciudades.
La contaminación acústica y sus efectos ‘silenciosos’ en el cerebro
Aunque suena paradójico, lo cierto es que la elevada contaminación acústica a la que estamos sometidos, sobre todo en las ciudades, es un enemigo ‘silencioso’ que va martilleando nuestra salud mental sin que podamos darnos cuenta.
El problema surge, fundamentalmente, cuando no somos conscientes de que realmente se trata de un estímulo tan dañino.