La creencia de que una copa de vino al día no solo no es perjudicial sino que es aconsejable, se instaló durante décadas en España. Se avalaba en base a dos de sus compuestos con efectos antiinflamatorios, el etanol y los polifenoles, que prevendrían dolencias cardiovasculares. Los polifenoles también centran ahora la hipótesis de otro efecto protector renal del vino. Pero, ¿qué evidencia científica existe?

Para empezar, no puede calibrarse de la misma forma una hipótesis que involucre en la mejora de un órgano a una bebida alcohólica y a otra no alcohólica. Aunque se haya instaurado esa visión amable del vino diario, no hay que olvidar que hablamos de un producto cuya graduación alcohólica oscila entre un 11 y un 14 por ciento en la mayoría de casos. Además, los tintos suelen tener un mayor contenido alcohólico frente los blancos y los rosados.

En un informe reciente, la Comisión Europea advertía del riesgo de beber alcohol de cara a una mayor exposición al cáncer, lo que desencadenó una protesta del sector vinícola (tan arraigado en la Unión Europea) y una posterior matización tras la presentación de enmiendas de grupos parlamentarios en la Eurocámara. El rechazo venía por equiparar cualquier bebida alcohólica a la tan temida enfermedad.

Pero lo cierto es que la Comisión Europea solo venía a corroborar evidencias científicas sobre el cáncer del tracto intestinal bajo y de la laringe,

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