Durante estos dos últimos meses he sabido lo que es sufrir asistiendo a un ser querido afectado por el cáncer. Entre mis impotentes desvaríos tratando de encontrar una tabla de salvación mientras la cuidaba y atendía 24 horas diarias, sintiendo que la iba perdiendo lenta pero inexorablemente, cada minuto que pasaba me veía arrastrando mi desesperación por las aceras de mi ciudad, buscando un quiosco de la suerte donde poder comprar un boleto para el sorteo de la salud. Yo soñaba con que al menos le tocase el reintegro para que ella pudiese seguir jugando un día más. A mi compañera le tocó hace unos años el cáncer que ahora la arrastraba al final. Hoy, desde la razón que me asiste padecer tan inmenso dolor, exijo al nuevo Gobierno que invierta en Ciencia por las personas, la única manera de ganar la guerra al cáncer. Cuando se pierde, la salud no se gana en ningún sorteo.
Agustín Bodega Molina. Madrid
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