Cuando los termómetros superan los 30 grados centígrados en la calle y las casas están recalentadas, hay cosas a las que resulta complicado resistirse. Una de ellas es una cerveza bien fría. Otra es dejar pasar las horas a remojo en una piscina. Pero cuando uno ya ha puesto en práctica ambas y le toca volver a dormir al abrasador hogar, refugiarse bajo el chorro del aire acondicionado se convierte en el antídoto más eficaz contra las altas temperaturas.

Hasta un 20 % de los catarros que se producen durante el verano se deben al uso inadecuado del aire acondicionado, según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR)

«Vivo en Madrid y durante julio y agosto hace tanto calor por las noches que soy incapaz de pegar ojo si el aire acondicionado no está encendido. Y mira que lo he intentado más de una vez porque enseguida me molesta la garganta por culpa del aire frío y seco, pero si renuncio a él sé que voy a pasar dos meses en vela…», confiesa a ICON Rubén, arquitecto de 38 años. Por su parte, Lorena, periodista de 30 años, suele sufrir episodios asmáticos después de pasar una noche con el aire acondicionado: «Trato de evitar dormir con él porque me produce ataques de asma, pero me cuesta tanto conciliar el sueño en verano con el calor que hace en Córdoba que a veces no me queda otra…».

Las molestias que Rubén o Lorena padecen como consecuencia de una exposición prolongada al aire acondicionado no son un caso aislado en España. Hasta un 20% de los catarros que se producen durante el verano se deben al uso inadecuado del aire acondicionado, según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). Sin embargo, renunciar a él cuando el calor aprieta puede hacer difícil conciliar el sueño.

En ICON hemos hablado con David Baquero, portavoz de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), y Joaquín Sastres Domínguez, jefe de Alergología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid,

 » Más información en elpais.es