Con la nueva iniciativa del Gobierno español de lanzar una aplicación para restringir el acceso de los menores a las páginas de adultos, se ha vuelto a incorporar a la agenda política el problema del consumo pornográfico.

Sin embargo, es desde hace tiempo un motivo de preocupación entre los profesionales del ámbito educativo y de la salud mental. Y ello se debe a tres razones fundamentales: el perfil de los destinatarios, las cifras de consumo abusivo (que están incrementándose ampliamente) y las consecuencias que genera.

Un consumo precoz y generalizado

Respecto a los dos primeros factores, no debería sorprender a nadie que el consumo de pornografía sea algo generalizado. Más del 80 % de los hombres ha accedido a contenidos de este tipo en algún momento de su vida y la mayoría pueden considerarse consumidores frecuentes (entre un 40 % y un 70 % dice haber accedido en la última semana). En cuanto a las mujeres, el porcentaje es algo menor pero también significativo: las estimaciones más prudentes se sitúan entre un 30 % y un 40 %.

No obstante, el mayor problema relativo a las cifras se encuentra en el rango de edad. De hecho, estos datos no solo incluyen al grupo de jóvenes entre 13 y 17 años,

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