Practicar algún tipo de actividad física como rutina, adaptada siempre a las condiciones físicas y las necesidades de cada quien solo tiene beneficios para la salud, al hacer que nos sintamos mejor, con un ánimo diferente y mayor energía, además de que contribuye al control saludable del peso.

Además, el deporte, sea cual sea, nos ayuda a mantenernos activos, a subir el colesterol ‘bueno’ (HDL), a reducir los triglicéridos, prevenir enfermedades cardiovasculares, promover un mejor sueño e, incluso, algo que cada vez es más necesario: a socializar. Eso sí, con el ejercicio está casi garantizado el sudor, la manera en la que nuestro organismo expulsa las toxinas, y que eliminamos con una buena ducha. ¿O no?

Ducharse tras el ejercicio, imprescindible con matices

Los expertos recomiendan darse una buena ducha después de haber estado haciendo deporte, por supuesto. Con el agua caliente, vamos a favorecer la dilatación de los vasos sanguíneos y a aumentar el caudal de sangre que llega a los músculos, con el objetivo de favorecer la recuperación.

Por otra parte, la ducha va a acelerar la limpieza corporal y a drenar esos residuos y toxinas que han salido al exterior a través del sudor. Además, el agua (con el jabón adecuado, suave) va a tonificar la piel y a evitar potenciales infecciones.

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