El consumo moderado de café, algo que tenemos muy interiorizado en España sobre todo en el desayuno, puede tener grandes beneficios para nuestro organismo. Entre ellos destacan que despierta la mente, protege las células del estrés oxidativo gracias a sus antioxidantes, controla los dolores de cabeza, y algunos estudios apuntan a que podría incluso prevenir la aparición de enfermedades como el cáncer o el Alzheimer.

Así pues, con mesura, se trata de un alimento recomendado en el contexto de una dieta saludable, variada y equilibrada. Pero, ¿y si descubriéramos de repente que ya no solo hay que fijarse en que se trate de un café de calidad, bien tostado, sino también en la forma en la que se prepara?

¿Qué relación tiene el café con el colesterol?

La doctora Karen Alarcón, gastroenterología y endoscopista, publica en sus redes sociales algo muy sorprendente, en lo que probablemente hasta la fecha no había reparado la mayoría de la población. Hasta ahora, sabíamos que es importante atender a que el tipo de grano de café que compramos tiene una procedencia que garantice su calidad, además de intentar que el tueste sea el correcto y más saludable (los cafés torrefactos están contraindicados en muchos casos).

Ahora que ya teníamos superado el asunto de la calidad del café,

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