La artritis es una inflamación de las articulaciones cuyos síntomas principales, el dolor y la rigidez, suelen empeorar con la edad. En España, la artritis reumatoide es la variante que más afecta a la población: la Sociedad Española de Reumatología (SER) calcula que la sufren 300.000 personas. Diagnosticarla a tiempo es crucial así como fijar cuanto antes el tratamiento más adecuado, si bien es importante calibrar qué efectos secundarios tienen determinadas opciones terapéuticas.
Sobre esta cuestión se ha manifestado recientemente Julius Birnbaum, profesor de Reumatología en el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania, Estados Unidos). Tras analizar las prescripciones más frecuentes, Birnbaum llama la atención sobre dos tipos de medicaciones que en su opinión no deberían ser las primeras opciones en consulta: los opioides y la inyección intraarticular de glucosamina.
Hoy en día lo cierto es que se apuesta por tratamientos más avanzados que modifican el curso de la enfermedad, tales como el Metotrexato o biológicos que frenan la progresión en artritis inflamatorias, así como los antiinflamatorios no esteroideos (AINES) para las crisis. Por otro lado, en consulta médica se hace hincapié sobre la necesidad de practicar ejercicio moderado de cara a mejorar la movilidad y reducir el dolor.
Tomar opioides, un riesgo a largo plazo
Opioides como la oxicodona o la hidrocodona se han recetado históricamente para mitigar el fuerte dolor crónico que puede desencadenar la artritis,