La alimentación es una fuente inestimable de salud a la que quizás no prestamos toda la atención que se merece, especialmente durante la juventud. Y sin embargo esto es un error porque si la entendemos como la clave para un cuerpo sano, tiene todo el sentido que tomemos medidas tanto para disminuir el riesgo de sufrir enfermedades como para aliviar síntomas del envejecimiento, tales como la degradación articular.

Más allá de una cuestión estética, determinada por las arrugas y otros signos externos, el envejecimiento conlleva la pérdida gradual de la potencialidad de nuestras células, que se traduce en alteraciones de todo tipo. El sistema osteomioarticular (huesos, tendones, músculos y articulaciones) se resiente con la edad por la degradación del colágeno, proteína fundamental que se encuentra en los tejidos conectivos.

Además del envejecimiento, que al fin y al cabo es un proceso natural e inalterable, hay otros factores que no solo contribuyen a la pérdida de colágeno sino que la aceleran, como la exposición al sol sin protección, el tabaquismo y una dieta poco saludable.

En los últimos años, el colágeno se ha convertido en uno de esos suplementos que aparecen sin cesar en redes sociales y anuncios publicitarios, siendo tabletas, pastillas o polvo los formatos más habituales en los que se puede consumir.

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