¿Es posible ser amable con todo el mundo y en todas las situaciones? ¿Se corre el riesgo de dejar de lado los propios intereses para quedar bien con los demás? ¿Una persona amable es capaz de soportar un desaire de los demás o da por descontado que todos deben estar a su nivel? Se sobreentiende que la amabilidad es siempre una virtud y una capacidad positiva pero practicarla en exceso también puede traer consigo una serie de riesgos o, al menos, de desventajas.
Según un artículo publicado en la prestigiosa revista norteamericana especializada en empresas Inc. Magazine el exceso de amabilidad puede conllevar que las personas vean al cortés como alguien débil y se aprovechen de la situación.
Por otro lado, añade, los expertos en negocios aseguran que ser amable con los demás puede conllevar que uno se olvide de ser amable con uno mismo. “Ser receptivo es ideal para tu negocio, pero si solo te enfocas en satisfacer las necesidades de otros a largo plazo vas a terminar sin tiempo para trabajar en tus propias prioridades”. Este consejo aplicado al mundo empresarial también lo hacen extensible al personal.
Por lo tanto, sentirse culpable u pedir mil disculpas por no poder ofrecer ayuda a alguien en un momento determinado porque se han priorizado los propios intereses no tiene sentido y podría ser síntoma de una falta de autoestima.