El lipedema es una enfermedad desconocida que suele confundirse con la obesidad. Esto hace que a las pacientes, principalmente mujeres, se les prescriba como único tratamiento un cambio en el estilo de vida.

Sin embargo, el lipedema va mucho más allá y no se soluciona perdiendo peso. ¿Qué se ha averiguado hasta ahora sobre esta dolencia y cómo pueden enfrentarse a ella las personas afectadas?

The Conversation

No se declaró oficialmente como enfermedad hasta 2018

Clasificado dentro de un grupo de patologías llamadas lipodistrofias, el lipedema consiste en una alteración en la distribución de la grasa corporal, con un aumento desproporcionado del tejido graso en las extremidades. Aunque ocurre con mayor frecuencia en las piernas, también puede afectar a las caderas y los brazos. Por tanto, se produce una desproporción entre la cintura y las extremidades.

Actualmente, no existe una prueba objetiva e irrefutable –gold standard– para su diagnóstico: hay que hacer una valoración a partir de la historia clínica, los resultados de un examen físico, las manifestaciones clínicas de la paciente y otras comorbilidades o afecciones asociadas.

Aunque esta enfermedad fue descrita por primera vez en 1940, ha pasado inadvertida a lo largo de las últimas décadas. De hecho, no fue hasta mayo de 2018 cuando la Organización Mundial de la Salud la aceptó como tal en la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-11).

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