La lactancia materna es, en condiciones normales, la mejor forma posible de alimentar a los bebés recién nacidos, tal y como ha corroborado desde hace años la evidencia científica al respecto. Sin embargo, incluso con esta dieta pueden surgir algunos problemas.

Por ejemplo, puede ocurrir que el bebé vomite la leche materna. Sin embargo, esto no necesariamente debe ser un motivo de gran preocupación: puede ocurrir por varias causas y la mayoría de ellas no son graves.

De hecho, puede pasar que lo que estamos interpretando como un vómito no sea eso, sino en realidad una regurgitación.

Este último fenómeno se explica porque el músculo que normalmente retiene los alimentos en el estómago es aún inmaduro en el bebé, por lo que si se mueve mucho o se ha llenado demasiado puede ocurrir que se le salga lo que acaba de comer por la boca.

Esto es muy normal en menores de un año, aunque muchas veces lo conocemos no con este nombre sino con el de reflujo gastroesofágico. La forma de diferenciar las regurgitaciones de los vómitos es que las primeras no ocurren de forma violenta, por lo que el niño no llora y se muestra tranquilo. De hecho, es frecuente que suceda a consecuencia de un eructo.

Los vómitos,

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