La sanidad pública calienta motores y prepara el camino para la llegada de la protonterapia para tratar tumores. Según los expertos y la evidencia científica, se trata de una terapia más precisa, menos invasiva, que reduce los efectos secundarios y mejora la calidad de vida del paciente, aunque las reticencias vienen por la parte del elevado coste, unos 50 millones para la puesta en marcha de cada unidad.

Hace tres años se anunció la donación por parte de la Fundación Amancio Ortega de 280 millones de euros destinados a adquirir 10 máquinas de protones que se van a instalar en otros tantos hospitales de la red pública. En España, ahora mismo, sólo se trata a pacientes con protones en dos centros privados, a los que se derivan de otros hospitales: la Clínica Quirón, en Barcelona, y las instalaciones de la Universitaria de Navarra, en Madrid.

Los centros que se benefician de esta donación son el Complejo Hospitalario de Donostia, el antiguo Hospital Gil Casares junto al Clínico Universitario de Santiago de Compostela, el Hospital Militar de Sevilla y el Materno Infantil de Málaga, la Fe de Valencia, el Dr. Negrín de Gran Canaria, y en Madrid La Paz y Fuenlabrada. Además, dos de estos equipos están destinados al Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona.

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