Cuando pensamos en un proceso inflamatorio en nuestro organismo lo asociamos con rasgos que sean visibles. En el caso de la inflamación digestiva, por ejemplo, lo identificamos con la hinchazón de barriga o los gases. Sin embargo, la inflamación crónica puede alertar de otras formas que pasan más desapercibidas y que es conveniente que tengamos en cuenta, tal y como ha destacado la nutricionista Sandra Moñino en el programa de Herrera en COPE.
En primer lugar, es importante tener en cuenta que la inflamación es una respuesta fisiológica normal que sana el tejido lastimado y que se traduce en la respuesta de los glóbulos blancos para reparar dicha lesión. En el caso de la inflamación crónica, no siempre es fácil identificar su origen: puede derivar de infecciones que no desaparecen, reacciones inmunitarias anormales o por estados anómalos como la obesidad. La detección a tiempo es clave para evitar que cause daño al ADN e incluso provocar un cáncer.
Alertas insospechadas
Los síntomas que podrían referirse con respecto a un proceso inflamatorio pueden derivarse también de otras alteraciones que el organismo pueda estar viviendo en ese momento, de ahí la importancia de acudir a consulta médica para confirmar el diagnóstico. La inflamación crónica puede detectarse con un análisis de sangre que mide la proteína C reactiva (PCR) y que el hígado produce en mayor cantidad cuando hay inflamación.