Hasta hace relativamente poco, la presencia con la que ahora cuenta el aguacate en el menú de todo tipo de establecimiento de restauración no era habitual en España. Ahora podemos desayunar, comer y cenar aguacate, incluso hay locales específicamente dedicados a este fruto del árbol Persea americano. Es fácilmente digerible y combinable con otros alimentos pero levanta sospechas por su alto contenido en grasas.
Antes de entrar a analizar si esa grasa debe despertar algún tipo de alerta dietética, hay que destacar que además del contenido calórico, el aguacate se ha hecho un hueco en la dieta española por su capacidad antioxidante. Su alto contenido en vitamina E, a diferencia de otros frutos y frutas que apenas contienen, le han hecho merecedor de gran parte de la fama de la que disfruta.
El ácido oleico es la clave
Las grasas que contiene el aguacate son en su mayor parte insaturadas (monoinsaturadas), grandes aliadas en la reducción del colesterol total y LDL (lipoproteínas de baja densidad, en inglés) cuando reemplazan parcialmente a los ácidos grasos saturados. Destaca entre ellas el ácido oleico (C-18), que nos resulta más familiar al hablar de aceite de oliva cuando la proporción en este es de un 75% y en el aguacate de un 65%.