A pesar de que la vacuna del coronavirus ya es un hecho y que varios países ya han arrancado su plan de vacunación, la pandemia sigue presente en nuestras vidas y no entiende de fechas más o menos señaladas para los seres humanos. Todos nos vamos a ver obligados a adaptarnos a unas Navidades diferentes como antes tuvimos que hacerlo a la llamada ‘nueva normalidad’. Y todo ello supone que nuestro cerebro se ‘resetee’ y se prepare para unas semanas donde no estarán presentes, por primera vez en muchos años, determinados eventos sociales como las grandes comidas y cenas familiares, las cabalgatas, las cenas de empresa, los cotillones de Año Nuevo o los encuentros en plazas y lugares emblemáticos de muchas ciudades para oír las campanadas de Fin de Año.

Según los expertos es normal que este proceso nos descuadre y nos genere ciertas sensaciones como el vacío, la confusión, la nostalgia o lo que ellos denominan disonancia cognitiva, o lo que es lo mismo, verse obligado a tomar decisiones que nos pueden generar malestar como dividir y organizar a nuestra familia para reencontrarnos en las comidas y cenas tan típicas de estas fechas.

Pero, ¿por qué nuestro cerebro tiende a tomárselo peor cuando las restricciones afectan a determinadas fechas que considera más importantes como el verano o la Navidad?

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