Aunque los antibióticos son fármacos fundamentales en la práctica médica y resultan imprescindibles para combatir las infecciones bacterianas, su uso puede llevar aparejadas algunas consecuencias que aconsejan hacer un uso responsable de ellos. Por ejemplo, en tiempos recientes se ha descubierto que su ubicuidad podría contribuir a la aparición de bacterias resistentes a tratamiento, y como cualquier otro medicamento conllevan cierto riesgo de efectos secundarios.
Con todo, frente a la preocupación en torno a la posibilidad de que su uso pudiera incrementar el riesgo de padecer demencia (grupo de enfermedades al que pertenece el alzhéimer), una nueva investigación publicada en la revista especializada Neurology ha descartado que esto sea así y no ha encontrado que la exposición a los antibióticos se asocie con una mayor probabilidad de sufrir trastornos neurodegenerativos.
¿De dónde viene la preocupación?
A medida que envejecemos, nuestro sistema inmune va progresivamente volviéndose menos capaz de combatir las infecciones y con ello tenemos cada vez más probabilidades estadísticas de que se nos prescriban antibióticos. Para hacernos una idea, un artículo publicado en 2020 en la revista Environmental Research & Public Health concluía que los mayores de 65 años de edad tienen hasta un 50% más de probabilidades de consumir esta clase de fármacos que los adultos más jóvenes que esa edad.