Los hábitos de vida no saludables (dieta, colesterol, inactividad física, tabaco, alcohol…) son los factores de riesgo tradicionalmente asociados a un mayor riesgo de padecer una alteración cardiovascular. Pero los altos niveles de contaminación a los que está expuesto el ser humano actualmente han cambiado el escenario. Ha surgido una nueva alerta: los microplásticos que respiramos, bebemos, comemos y vestimos.

Así acaba de apuntarse en un estudio publicado en The New England Journal of Medicine: en las arterias de más de la mitad de participantes con problemas cardiovasculares se han identificado microplásticos y nanoplásticos. Además se apunta, a falta de una investigación más en profundidad, que esta presencia podría vincularse a un mayor riesgo de sufrir infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o muerte.

Son conclusiones de un equipo científico que ha analizado durante 34 meses a 304 pacientes con enfermedades cardiovasculares como la ateroesclerosis, afección frecuente caracterizada por la aparición de placas de material graso en las paredes de las arterias de mediano y gran calibre. Se trata de una masa (ateroma) formada de grasa, colesterol y otras sustancias, que al sedimentarse obstruye el flujo sanguíneo.

La importancia de un estudio así viene avalada por un dato dramático: las patologías derivadas de la aterosclerosis son la principal causa de muerte en Estados Unidos (y probablemente en gran parte del mundo).

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