El año 2020, marcado por la irrupción de la pandemia de coronavirus, vio en España un aumento del 20% de ingresos de niños y jóvenes por trastornos de la conducta alimentaria, entre ellos especialmente la anorexia nerviosa. Aunque las causas son complejas (y es posible que el incremento se deba en buena parte a una mayor detección, al haber pasado este grupo poblacional más tiempo en compañía de sus familias), se trata de un dato que ha puesto en alerta a muchos profesionales de la Salud Mental.

En cualquier caso, es importante entender concretamente en qué consisten estos trastornos, pues son comunes muchas concepciones erróneas que en un momento dado pueden obstaculizar su detección y una actuación adecuada.

Lo primero que hay que señalar es que no es lo mismo la anorexia nerviosa que simplemente la anorexia, pese a que coloquialmente es habitual usar únicamente esta fórmula. Mientras que la anorexia a secas se refiere a un síntoma consistente en la inapetencia alimentaria y puede deberse a muchos factores, comúnmente fisiológicos (de hecho, es muy común experimentarla, por ejemplo, cuando se tiene fiebre, enfermedades digestivas o cierto estrés), la anorexia nerviosa es más concretamente un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) psicogénico (de origen mental) caracterizado por un miedo obsesivo a engordar y una percepción distorsionada del propio peso o figura que suelen manifestarse en la forma de un profundo rechazo a la comida.

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